1984 o nuestra protuberancia llamada Smartphone

Cada día nos levantamos sin esperar demasiado a conectarnos a nuestras Apps favoritas bien sea con un smartphone o una tablet. Somos cada vez más inconscientes de que tenemos tan a mano estos cachivaches electrónicos, que se convierten en una protuberancia de nuestra mano incluso antes de desayunar o para acompañar a las magdalenas de forma alterna.

En lugar de disfrutar del café y las magdalenas, mientras creemos hacerlo, estamos ya sumergidos en un montón de canales de información, redes sociales o juegos, y somos incapaces de percibir que disfrutamos del desayuno de forma intermitente entre whatsapps, emails y demás aluviones de información en forma de pitiditos simpáticos y aduladores.

Cada uno dosifica su simbiosis con el aparato de forma diferente, claro está, pero cada vez más estudios revelan de forma alarmante, nuestra dependencia y adicción a esas Apps maravillosas con las que estamos seguros de seguir conectados al mundo y no perdernos ni uno solo de esos temas importantes o chistes de los que todos hablan.

Últimamente recuerdo cada vez más pasajes del libro «1984» de George Orwell, acaso no es cierto que entre miradita y minutico me paso demasiadas horas enganchada a un dispositivo que si bien el marketing ha denominado Smartphone, tiene todas y cada una de las características de las Telepantallas a las que estaban conectados los Proles en el libro orwelliano.

Si continúo destilando el razonamiento y paso mentalmente al papel de editora, veo también demasiado posibles y probables las tareas de los empleados del Ministerio de la Verdad, que no hacían otra cosa sino reescribir la historia en función de los intereses del Partido, del Gran Hermano que todo lo ve.

Me entra vértigo y reflexiono: A fin de cuentas…
¿Qué es cierto de lo que leo en internet?
¿Quiénes manipulan la información a la que accedo en las redes sociales?

Por Wiggy! at en.wikipedia [Public domain], a través de Wikimedia Commons

«1984» por George Orwell, en la foto.

Claro que no se trata de una organización única que todo lo ve y todo lo controla, pero nuestro querido internet, a parte de tener todavía rinconcitos teóricamente libres, está siendo controlado y dominado por potentes empresas que se lucran con los datos de nuestras conexiones, nuestras suscripciones, las cookies que vamos acumulando y las interacciones con todas esas Apps.

Entonces, en esa amorosa simbiosis con nuestra protuberancia estamos generando dinero sin cobrar un duro y creyendo que accedemos libremente a todos los contenidos que queremos, cuando en realidad accedemos tan solo a los que se difunden a través de las redes sociales en función de la popularidad de los temas. Y por si alguno todavía lo desconocía, si la popularidad de las publicaciones se compra a base de promociones de la red social de turno, la difusión crece como la espuma.

Por tanto destilar y comparar con Orwell finalmente de un batacazo se me cae el mito de la libertad de expresión en la red.

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De repente las magdalenas me saben amargas y se me quitan las ganas de seguir conectada en simbiosis mental al querido Smartphone. Ya sé porque ha sido, acabo de recordar como terminan los dos amantes del libro, después de pasar por el lavado de cerebro correspondiente, ya no se aman porque tan sólo les queda la adoración programada al Partido o Gran Hermano.

A ver si tras tantos tiempos muertos entre las Apps del Smartphone, me voy a quedar pegada a la Telepantalla como los Proles, sin ningún otro criterio propio diferente al que pregonan las publicaciones más populares de las redes sociales. ¡Socorro!

De inmediato cierro la pantalla y me despego del Smartphone. Con lo ricas que estaban las magdalenas untadas en café con leche, quien me habrá mandado a mi empezar a comparar el mundo de «1984» con nuestro mundo actual enganchados al móvil. Eso sí, ahora ya sin protuberancia al final de mi mano izquierda, mi paladar percibe de repente la textura esponjosa y el dulce sabor de lo que estoy haciendo en ese momento, desayunar sin simbiosis extrañas que alteren mi percepción de la realidad con su influencia comprada para manipular mis gustos y comportamiento como consumidora.

Tras todas estas divagaciones comparativas, espero haber desordenado un poco vuestras conciencias para que no perdáis el ojo crítico a lo que leéis y publicáis con la protuberancia conectada.

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